Día 37 - 40 Días de Oración

Durante mi crecimiento, mi padre solía compartir conmigo uno de sus versículos bíblicos favoritos, Daniel 12:3: “Los sabios resplandecerán tan brillantes como el cielo, y los que conducen a muchos a la justicia brillarán, como estrellas para siempre”. Con frecuencia exclamaba: “¡Julie, gana almas para Cristo!”.

Durante mi crecimiento, mi padre solía compartir conmigo uno de sus versículos bíblicos favoritos, Daniel 12:3: “Los sabios resplandecerán tan brillantes como el cielo, y los que conducen a muchos a la justicia brillarán como estrellas para siempre”. Con frecuencia exclamaba: “¡Julie, gana almas para Cristo!”.

Mi primer recuerdo del fervor evangelizador de mi padre es de cuando yo tenía 12 años. Un sábado por la mañana, experimenté su “evangelismo de waffle o gofre”. Mi padre conoció a una familia en una tienda por departamento y los invitó a la casa. “Julie, muele el trigo. Es la hora de los wafles”. Al final, cada miembro de la familia, compuesta por ocho personas, encontró el camino hacia Cristo.

Observando de cerca a mi padre, aprendí su estrategia. Todo empezó orando fervientemente. Incluso después de su jubilación, mi padre se levantaba temprano en la mañana y oraba fervientemente por “citas divinas”. Papá se hacía amigo de la gente en supermercados, grandes almacenes por departamento o simplemente en la calle, donde encontraba a personas abiertas al evangelio y las conducía a Cristo. Cuando empezaron a llegar estudiantes internacionales y refugiados, la situación se intensificó.

En 1979, un miembro del gabinete del rey de un país lejano huyó a Omaha. Mi padre se hizo amigo del líder de la religión predominante y, con el tiempo, su hija vino a vivir con nosotros. Por las tardes, solíamos leer la Biblia juntas. Era sorprendente ver a una joven de un país en el que la religión predominante alcanzaba el 99% de la población leyendo la Palabra de Dios conmigo. Recientemente, un miembro de la familia vino a Cristo y fue bautizado.